CUATRO MESES...
Habían pasado exactamente cuatro meses y ocho días... todo parecía "normal" en un día "x", en un lugar "x" y en una hora "z". De pronto, ese panorama cambió para transformarse en una grotesca escena teatral:
Las palabras surgieron como profecías. Sin embargo, los oídos se cerraron ante la razón. "¿Cuántas veces no había terminado en desastre?, ¿Qué haría que esa vez fuera distinto?"- recuerdo haber dicho.
Pero, así, sólo unos minutos después; sólo unos instantes después las advertencias quedaron de lado. Bastó un segundo para cambiar toda la historia. Toda "nuestra" historia.
El sueño se utilizó como el único remedio disponible ante tal evento. Parecía como si, por medio de ese estado de reposo, se pudiera revertir todo lo sucedido.
Miré muchas veces el reloj intentado retroceder el tiempo; deseando saltar ese día. La confusión reinó toda la tarde y aumentó durante la noche.
Sabía –porque lo sabía-, que actuabas en otro escenario. ¿Advertirían los otros personajes lo sucedido sólo unas horas atrás?, ¿Habría algo en ti que los hiciera sospechar?... No podría decirlo. Al suponer que no, una ráfaga de ideas
atacó la mente. En vano intenté modificar la escena. La secuencia iniciaba y proseguía sin control. Sólo las oraciones desesperadas resaltaban del resto de los vocablos emitidos.
Fue tarde. Es tarde. Pasan los días y no llega el sosiego. Más aún sé que no llegará y que tu presencia –inevitable- sólo contribuirá a hacer más estresante la espera. Sí, porque ahora todo se reduce a una horrible espera. A una incertidumbre que no cesará nunca.
Todo cambió. Eso es algo que no puede revertirse.
Tengo miedo. Y al reconocerlo, esta sensación incrementa de intensidad hasta convertirse en algo intolerable. ¡Qué inútil comentarlo!