giovedì, dicembre 16, 2004

(Sí, estoy congelada
Justo ahora estoy observando los dedos de mi mano ponerse de un color azulado... hace mucho frío aquí. En este lugar donde hasta el ruido escapa por las altas ventanas...)

Hoy no tengo miedo. Mi orgullo floreció esta mañana, después de percatarme que tu desplante de ayer me ocasionó risa. No te habría dicho nada si no hubieses deseado mofarte esta tarde de mi. A ver, qué necesidad. Confesión: Te imaginé huyendo; escabuyéndote entre las sillas y mesas para que no me diera cuenta que tenías planes con tu novia. ¡Qué bobo eres! Ya me había reido bastante.
Ahora sólo escribo esas líneas para que haya constancia, meses adelante, de que ya no me dueles nada de nada. Sí, te olvidé como número telefónico.

(El pelícano convocó a sus amigos de forma tal que un águila me trasladó al Caribe. He ahí la explicación de mi ausencia. El sol me tostó la piel y el mar enjuagó mis lágrimas...)